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En muchas familias y grupos hay alguien que está atravesando su fin de vida. En estas fechas, cuando llegan los encuentros y celebraciones de fin de año, suelen surgir preguntas importantes:
- ¿Qué hacemos este año?
- ¿Nos reunimos como siempre?
- ¿Será este fin de año diferente?
La pregunta esencial que muchos se plantean es: ¿y si fuera el último fin de año juntos?
Estas conversaciones invitan a incluir la conciencia de la finitud en los cierres y balances típicos de esta época. ¿Cómo podemos integrar esta realidad en un espacio que también celebra la vida y la renovación?
Cuando convivimos con la fragilidad y la vulnerabilidad de alguien en fin de vida, aprendemos un valioso ejercicio: mirar la vida como si fuese la última vez. Este acto de presencia plena nos enseña a valorar cada instante y a no dar por sentado el tiempo que creemos tener.
La clave está en el equilibrio: contemplar la proximidad de la muerte junto con la esperanza que trae un nuevo año. Si alguien que amamos está muriendo, podemos honrar su legado y su presencia. La celebración no tiene que ser forzada, sino que debe fluir con lo posible, priorizando siempre el cuidado amoroso y respetuoso en estos tiempos de despedida.
En definitiva, integrar la conciencia de la finitud en los encuentros de fin de año no significa dejar de celebrar, sino recordar que en cada cierre también hay un comienzo, y que cada despedida puede ser una oportunidad para honrar la vida y el amor compartido.
Felices Fiestas