“Sólo son malas y peligrosas las tristezas que se llevan entre la multitud para que ella las oculte.”

Rainer María Rilke

Ante una muerte, a menudo me detengo a observar el modo en que hablamos tratando de encontrar algún indicio de sentido con nuestras palabras. 

Entonces, me pregunto ¿por qué utilizamos el verbo “perder” cuando alguien fallece? 

Perder un hijo, al marido, un amigo, compañeros de trabajo.

O, también, utilizamos esa palabra cuando algo (o el uso de algo) termina de forma abrupta: 

  • “Perdió su trabajo”.
  • “Perdió una mano”.
  • “Perdió su casa”.

Descubre en este artículo, cómo la pérdida afecta nuestra identidad y cómo podemos encontrar un nuevo sentido en el mundo. 

perdida y duelo

Pérdida y soledad

En algunas ocasiones el significado de las palabras “pérdida” y “soledad” están unidos. 

Cuando decimos que perdimos a alguien o algo significativo, es decir, nos desunimos, ¿estamos diciendo que estamos perdidos? 

Cuando eso sucede, nos desorientamos, perdemos la conexión con nuestro lugar en el mundo. 

El duelo será ese tiempo que necesitamos para encontrar un nuevo lugar, una nueva forma de estar en el mundo.

Pérdida y posesión

“Perder” nos remite a la idea de poseer: sólo puedo perder algo que fue mío

Y si es mío, nos pregunto: ¿Constituye parte de mi identidad? ¿Soy lo que tengo? 

Soy la que tiene un trabajo, la que tiene un hijo, la que tiene un cuerpo. Y los puedo perder. 

Si eso es quién soy, ¿entonces quién soy si los pierdo?

Pérdida y ubicación

Por otra parte, “perder” remite a una idea de ubicación.

Si pierdo mis llaves, sé que están en algún lugar pero no las encuentro. 

Usamos la palabra “perder” ante la muerte porque ¿intuimos o nos ilusionamos que los fallecidos están en algún lugar?

Pérdida y responsabilidad

También perder implica algún grado de responsabilidad.

Si pierdo algo, ¿es porque no lo cuidé bien? ¿No presté atención y lo perdí?

La existencia más allá de los sentidos

Estamos tan acostumbrados a utilizar nuestros sentidos para captar el mundo que cuando no podemos ver, escuchar, oler o tocar, no creemos que algo existe.

¿Qué nos dicen nuestros padres cuando somos pequeños y nos perdemos en algún lugar? “Quédate en algún lugar fijo y alguien te va a encontrar.”

¿Qué nos advierte un guardaparques si nos perdemos en un sendero en el bosque? “Espera, ponte cómodo, escucha, aguarda las señales y cuando estés seguro, muévete.” 

Cuando un ser cercano muere, si nos detenemos a escuchar, ¿qué sucede? Sentimos dolor del alma, viene el llanto, nos hacemos preguntas y, también, vienen las señales en el camino para luego continuar.

Viviana Bilezker

Formación virtual para ser Acompañante en Fin de Vida